Soy un buen vecino. Claro que sí. No tengo mascotas, no organizo jodas en mi
casa con amigos, nunca te subo el volumen de la música en horarios desubicados,
y casi siempre ando vestido en el palier del edificio. Por eso me molestan mis
vecinos. Porque son la definición de la palabra
negros de mierda desubicado.
Porque hacen del edificio, su territorio. Y encima se enojan si se los decís.
Les cuento un poco de que va la película así entienden a lo que me refiero:
Matrimonio de mediana edad + dos
hijas feas como agarrarse los huevos con
una morsa en la edad de la boludez (veintipicos) + hijo de pequeño (4 a 6)
+ perro caniche. A Mama, que es más boluda que una paloma boluda (?), la
llamaremos Boluda. A Papa, que es el caracúlico que no te saluda ni con la
orden de un juez, lo llamaremos Forro. A Hija mayor, que ya no vive entre
nosotros porque el novio que la preñó, la llamaremos Bombo. A Hija menor, que
es un ente, la llamaremos
Boluda Carlos Ente. Hijo pequeño, que
es el gemelo malvado del hijo de la reencarnación del Demonio, si el Demonio se
hubiera casado con Cruella de Ville y hubiera tenido un amorío con Patricia
Bullrich (?), lo llamaremos Terremoto. Al caniche, que es hinchapelotas, le
diremos Caniche. A Macri, le diremos Mauricio.
Se me ilumina el alma cuando, a eso de las dos de la tarde, Terremoto sale
de la casa disparado cual si fuera el arma reglamentaria de un agente de la
Bonaerense en medio de Woodstock, gritando incoherencias (haciendo hincapié en
el verbo gritar), y Caniche lo sigue como si fuera su leal escudero, también
gritando incoherencias (las cuales las conocemos como ladridos). Lo molesto del
caso es, no que el niño y su perro despierten a todo el cementerio de la
Chacarita a gritos, porque, en el último de los casos, están haciendo cosas
naturales de mocosos y perros de mierda. Lo molesto, es ver como Boluda los
mira, y no abre la boca. Recuerdo cuando yo tenía esa edad, y aún no se habían
inventado los psicólogos infantiles, uno no se atrevía a salir gritando por los
pasillos de un edificio. Miento. Si se atrevía. Pero lo hacía una sola vez. Solamente
hasta sentir la parte posterior de la mano dulce de mamá, chocando contra
nuestras encías, al grito de "
tevasacayar...". Y no era un
"¿Por qué no te callas?". No señor. Era en imperativo: "
tevasacayar,
o....". Y uno no entendía a que se refería con el "ó". Si ya
me diste en los dientes, ¿qué más pretendes? ¿Pegarme una patada en el plexo?
Pero uno no discutía, y con los ojos inyectados en lágrimas, ¡pero sin llorar!,
bajaba los escalones que faltaban pegados a la pierna de la madre.
El segundo punto de esta familia de tipo disfuncional que me trae algunas
molestias, es su interpretación del reglamento de propiedad horizontal. Sobre
todo en la parte que habla de "
Espacios Comunes". Realmente no
sé, pero en algún punto del mencionado reglamento debe decir algo que yo no
leí, o a lo mejor estaba marcado al agua, y esta gente interpreta "
Espacios
Comunes" como "
Espacios propios privados y únicamente míos
para hacer los que se cantan las dos bolas, y me chupa sendas si a alguien le
parece lo contrario". Y se clavaron con un a pelopincho en la terraza.
Ojo, tampoco es que cavaron una fosa en el techo y se mandaron una pileta
olímpica como la de River. No jodamos. Pusieron una pelopincho pedorra. Pero es
la sensación de impunidad lo que molesta. Porque a mí no me preguntaron. Y mira
que me encantan las piletas. Pero no da mandarte una pelopincho arriba de la
membrana asfáltica. La cual, ya que la menciono, se ha transformado en el cagadero
de Caniche. Y Boluda mira. Y Forro no te saluda. Y ente, es un ente. Y Bombo,
se sigue haciendo limar el buje para buscar la parejita (?).
En próximos updates, voy a contar acerca de mis nuevos vecinos, los que me
gritan los goles de la U de Chile.